Este martes se cumplen 16 años del fallecimiento de la poderosa Celia Cruz. Ritmos como el son montuno, la guaracha, el bolero y la salsa desfilaron por la garganta de Celia Cruz, quien estuvo en actividad musical por más de 55 años.
El 16 de julio de 2003 la voz de la Reina de Salsa se apagó por un cáncer. Celia Cruz, una mujer extrovertida, carismática y con una poderosa voz será recordada para siempre por su inconfundible grito de “¡Azúcar!”. Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso de la Santísima Trinidad, como era su nombre de pila, nació el 21 de octubre de 1925.
Fue vetada en su país por el régimen de Fidel Castro, debido a la fuerte oposición que la cantante ejerció sobre este Gobierno. En 2012, se escuchó por primera vez la voz de la inigualable Celia Cruz en Cuba a través de la radio. El 15 de julio de 1960 fue el último día en que Celia Cruz estuvo en contacto directo con el territorio cubano. En esa oportunidad salió rumbo a México como voz principal de la Sonora Matancera.
Solo tuvo la oportunidad de ir a cantar en 1990 a la base naval de EE.UU. en la bahía Guantánamo, donde al llegar se arrodilló y besó tres veces el suelo, mientras al salir se llevó consigo un puñado de tierra, que pidió que fuera depositado en su ataúd.
Durante sus cincuenta y cinco años de carrera, la intérprete de “Guantanamera” acumuló innumerables premios y reconocimientos que no han parado después de su muerte, como el sello del Servicio Postal de Estados Unidos y su elección como primera latina en el Paseo de las Estrellas del legendario Teatro Apollo en Harlem (Nueva York).
La única mujer que hizo parte de La Fania All Stars se popularizó no solo por su música, sino también por su carisma, coloridas pelucas y característico grito: “!Azúcar!”. Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso nació en La Habana en 1925. Desde muy temprana edad demostró ser una cantante natural.
Aprendió música de santería gracias a un vecino, que era practicante y cantante, y a pesar de que su padre desaprobaba el género (por ser un ferviente católico), pronto comenzó a incursionar en esta práctica y aprendió yoruba, una lengua que se habla en África occidental y que fue adoptada por los santeros. En 1947 se matriculó en el Conservatorio Nacional de Música de La Habana, donde estudió teoría, canto y piano.
Su talento comenzó a descrestar al participar en un espectáculo musical y comedia titulado La corte suprema del arte, compartiendo escenario con Aurora Linchetti. Posteriormente logró su primera grabación junto al cantante Obdulio Morales.
Su voz era sinónimo de potencia, por lo que llegó a los oídos de Rogelio Martínez, director de la mítica Sonora Matancera, quien la incorporó en su frente musical el 3 de agosto de 1950. El resto es historia, conquistó dos Grammy anglosajones y cinco latinos y se convirtió en la indestronable ‘Reina de la Salsa’.
Presintiendo la muerte
En el Woodlawn Cementery del Bronx está ubicado el mausoleo donde reposanlos restos de ‘La Guarachera de Cuba’, y también los de su fiel compañero Pedro Knight. Según cuenta la periodista Ana Cristina Reymundo en el epílogo del libro Celia: Mi vida, ella junto a Knight eligieron este cementerio en New York cinco días antes de la muerte de Celia.
Reymundo detalla que fue el 9 de julio del 2003, en el New York Presbyterian, cuando recibieron los resultados médicos que indicaban que el tumor cerebral que aquejaba a la cantante había duplicado su tamaño, pese a las radioterapias. “Sabiendo lo que se nos avecinaba, hablé con Pedro y le dije que desgraciadamente teníamos que enfrentarnos a algo muy duro: preparar el velorio de una persona tan amada como ella. Y aunque no sabíamos cuándo sería ese día, sabíamos que llegaría“, narra Reymundo. El 11 de julio Reymundo y Knight llegaron hasta la funeraria Frank E. Campbell, reconocida en manejar velorios magnos como el velorio y entierro de Héctor Lavoe.
Esa noche prepararon todos los detalles. El 13 de julio del 2003, tres días antes de Celia fallecer, llegó a su casa un paquete con las mezclas de los primeros cinco cortes de lo que sería el último álbum de estudio de Celia: Regalo del alma.
“Ese mismo día, Pedro, la enfermera y yo vimos a Celia disfrutar mucho de ese disco. Marcó el tiempo con los dedos y lo escuchó varias veces en un día”, cuenta la periodista. Tres días después moriría, no sin antes dejarle una buena dosis de azúcar para que los amantes de la música tropical endulcen sus días.